¿Cuántas veces nos presentamos a una evaluación en la que nos preguntaron cosas que nunca habíamos visto? ¡Seguramente tu respuesta será más de una vez! ¿por qué cuando tenemos que ser evaluados nos da tanto miedo? ¿Qué es eso que nos paraliza cuando debemos pasar por una situación de examen?
Seguramente en este mismo momento tu memoria activará esos recuerdos fantasmagóricos que has querido olvidar para siempre, ese en el que estás sentado preguntándote: “¿y esto cuándo lo dieron? Pero, si Yo viene a todas las clases …… ¿Cómo es posible que me pregunten esto? …..
Y ahí viene la gran pregunta: ¿Hay culpables? ¿El docente, el estudiante, el sistema son los culpables del miedo? ¿Qué pasa si no apruebo? ¿El mundo se acaba?
Nos han convencido de que la evaluación es un monstruo para vencer, que es el enemigo natural de todo estudiante se encuentre en la situación de vida de aprendizaje que sea, ¡de que tenemos que estudiar para el examen!
En realidad, nada de estar más lejos esta última afirmación: Uno debe estudiar para saber, para apoderarse de los conocimientos, para aprender a hacer las cosas de otra manera, para aprender a pensar y resolver problemas entre otros para …. claro.
Deberíamos aquí de hacernos dos preguntas fundamentales: ¿Para qué estudian los estudiantes? ¿Qué saberes cree el docente que necesitan adquirir los estudiantes?
¡Ahí es donde muchas veces se falla! Los docentes creemos estar seguros de que nuestras evaluaciones son la mejor forma de evaluar los saberes que los estudiantes han adquirido, pero ¿Estamos seguros de que eso así es?
Muchas veces nuestros instrumentos de evaluación no se relacionan ni con los objetivos del aprendizaje establecidos en el plan de estudios ni con la metodología empleada en el curso. Por ejemplo, proponemos un curso sumamente práctico, y luego la evaluación es un múltiple choise sobre conceptos teóricos, o bien al revés, como para situar la situación más típica entre la expectativa y realidad de la situación de examen.
Los docentes debemos entrenarnos en crear no evaluaciones sino situación de evaluación, mutar del concepto a que la evaluación sea simplemente una “Prueba” a que sea como bien dicen los especialistas en las ciencias de la Educación parte del proceso del aprendizaje. Eso implica cambiar obviamente la percepción de la evaluación tanto por parte del docente como del estudiante y todo el sistema.
Implica concebir a la evaluación como una continuación de ese aprendizaje que se inicia con la primera actividad, ir afianzando conceptos, prácticas que en vez de prepararlos para un examen los prepare para la vida, para poder emplear con éxito su razonamiento para resolver ese planteo que se les presente.
Significa preparar estudiantes para la vida, para brillar en el mundo laboral, aunque también significa abandonar los formularios tradicionales para animarse a plantear resolución de casos, simulaciones o gamificaciones que le permitan no solo aplicar sus propios saberes de la materia, sino también reforzar sus valores como persona, como ciudadano en este nuevo mundo del triple impacto.
Porque al fin de cuentas todos los docentes juntos con las familias, somos formadores de la sociedad, una sociedad que requiere cada vez más compromiso y amor por el otro!

Evaluación: Cuando lo enseñado no es lo que se evalúa
¿Cuántas veces nos presentamos a una evaluación en la que nos preguntaron cosas que nunca habíamos visto? ¡Seguramente tu respuesta será más de una vez! ¿por qué cuando tenemos que ser evaluados nos da tanto miedo? ¿Qué es eso que nos paraliza cuando debemos pasar por una situación de examen? Seguramente en este mismo momento […]