Por Especialista Lic. Roxana Martinez
Con la aparición del coronavirus, el mundo que conocíamos se transformó por un nuevo mundo “más digital”. Muchas de las actividades cotidianas que realizábamos en forma presencial se transformaron desde un mensaje de WhatsApp, correo electrónico hasta una conexión de sistemas que se comunicaron entre sí y nos permitieron, por ejemplo, ir a la farmacia sin receta de papel.
La asombrosa capacidad de adaptación del ser humano, conjugada con la tecnología existente, permitieron y permiten que hoy muchas de esas rutinas básicas de nuestra cotidianeidad se simplificaran e incluso desaparecieran.
¡Hasta aquí pareciera ser que la tecnología nos ayudó y nos cuidó! Que las aplicaciones de todo tipo salvaron nuestra vida haciendo que ya no fuera tan necesario salir, si el servicio o los objetos podían llegan a tu casa.
También esta pandemia nos expuso sobre la mesa, las grandes deudas que la sociedad tiene para con sus pares: el hambre, el desempleo, la violencia, la exclusión y la marginalidad. Nos mostró que la realidad que muchos viven es muy diferente a la que tienen muchos otros más.
Es fácil aislarse en casa cuando se tienen todos los recursos, tanto tecnológicos como físicos, espacios interiores cómodos, dispositivos electrónicos y cuántas plataformas de entretenimiento nuestros presupuestos puedan pagar.
Es fácil estudiar cuando se tiene una Laptop, banda ancha, Wifi, escritorio, impresora, cuadernos, etc., etc., pero del otro lado, hay personas que tienen que estudiar compartiendo un celular entre varios, compartiendo la wifi con todo el vecindario, yendo a la plaza para tener internet, o compartir ese espacio pequeño de casa entre los juegos de los más chiquitos y no es para nada cómodo, carece de todo, y ni hablar del hambre que se siente cuando se llevan varias horas extras de ayuno.
Así todos fuimos conscientes de la “gran brecha digital” que no es nada nuevo para muchas organizaciones que vienen trabajando para reducirla, pero si puede ser nuevo para quienes hasta ahora no tomaron conciencia de que hay personas que no tienen acceso a la tecnología o bien que la tienen y que no la saben usar.
Esas personas son tanto adultos con capacidad productiva, como también nuestros queridos Padres, tíos, etc. Que se ven obligados a la necesidad de usarla pero que no tienen una mínima idea por donde comenzar.
Las estadísticas para toda Latinoamérica son alarmantes, aunque lo que más asusta en realidad es la falta de compromiso de toda la sociedad para aportar a reducir esa brecha, siempre le damos la tarea al “Estado” de que se ocupe de todo. Como si el “Estado” en sí mismo fuera un ser milagroso capaz de solucionar todos nuestros males. No quiero entrar aquí a discutir aspectos de corrupción, burocracia y el mal manejo de recursos, simplemente pretendo exponer que hoy y siempre nuestros hermanos nos necesitan.
¿Te has puesto a pensar en qué podrías contribuir Vos para ayudar a reducir la brecha digital? ¿Has pensado que esos teléfonos viejos en casa podrían ayudar a que más niños puedan acceder a sus clases virtuales? ¿o que podrías reparar tu impresora y acercarla al colegio cerca de casa para que la seño pueda imprimir el paquete para los niños? ¿O que Vos mismo podrías enseñarles a otros a usar la tecnología?
Muchas veces tenemos que autoconvocarnos y aportar nosotros mismos, para lograr empezar a mejorar la situación porque mientras la mayoría de las personas sigan excluidas, más van a crecer el hambre y la violencia y menos posibilidades de educación para todos.
Hoy es momento de hacer algo más, por Vos, por tu familia y por los otros, aporta tu granito de arena para que nuestra comunidad pueda vivir mejor, para que los adultos consigan un mejor trabajo, para que los niños puedan aprender aún sin ir a la escuela física para que la Mamá pueda darle el remedio a su hijo para que al final, todos podamos vivir más tranquilos sabiendo que estamos luchando por el mundo mejor.